miércoles, 28 de diciembre de 2016

Cuento de año nuevo de Pancho Aquino


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Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a escuchar los pedidos que llegan desde la tierra. 

- ¿Qué hay de nuevo? -pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado. Lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad...- contesta el ángel más viejo. Y bueno, todas esas son cosas muy importantes. 

Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo. 

¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - Dice el más joven y entusiasta de los ángeles. ¿Te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? - pregunta el anciano. 

Tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizó a la tierra convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta 1os últimos minutos del último día del año. 

Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una plegaria renovada. Entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía: "Un nuevo año comienza. Entonces, en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor: sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad; con menos policías y más maestros, con menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres. 

Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace. 

Si queremos, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad". 

Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos. 

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EL REGALO DE AÑO NUEVO Traducción: Orly Borges



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Dinah es una de las niñas más bondadosas que han existido, pero es muy, muy perezosa. No hay nada que le guste más que acurrucarse en un rincón cálido bajo el sol y no hacer nada.

La mamá de Dinah deseaba mucho que su hija aprendiera a leer, pero la señora que trató de enseñarle pronto se dio por vencida. "No sirve de nada", dijo, "Dinah no va a aprender. No es tonta, pero es demasiado perezosa para cualquier cosa".

Y sucedió que, poco después de esto, un joven de Massachusetts llegó a la casa donde vivía Dinah. Trajo consigo algo que nadie en el barrio había visto antes - un par de patines.

Cuando Dinah vio al joven correr sobre sus patines de un lado al otro de la plaza quedó tan sorprendida que casi no sabía qué pensar. Ella corría tras él como un gato, sus ojos negros brillando como nunca antes habían brillado.

Un día el joven le permitió probar los patines. La niña estaba muy feliz y agradecida. Por supuesto, se caía y revolcaba sobre el piso, pero no le importaba para nada.

"Mira, Dinah", dijo el joven, "Sé que mi tía ha estado tratando de enseñarte a leer".

Dinah respondió que por cierto lo había hecho.

"¿Por qué no has aprendido?" - preguntó el joven. "No tienes que molestarse en responder," dijo él, "era sólo porque eres demasiado perezosa. Ahora bien, si para el primero de enero, tú aprendes a leer, te digo lo que voy a hacer. Te enviaré el mejor par de patines que pueda comprar en Boston".

Qué enormes se abrieron los ojos de Dinah. Por un momento no dijo nada, pero luego exclamó decididamente: "Claro que voy a tener esos patines".

Y así lo hizo. Cuando Dinah se concentraba en su trabajo siempre podía hacerlo bien, no importa lo que fuera.

La señora a quien antes Dinah le había resultado una niña de tan difícil aprendizaje, ahora no tenía problemas. Ante la más mínima señal de pereza, la palabra PATINES era más que suficiente para hacerla concentrar instantáneamente en su lección.

En la mañana de Año Nuevo, ella recibió un caja rotulada en grandes letras de imprenta:



SEÑORITA DINAH MORRIS,
Para entregar a: Sra. Lawrence Delaney,
NEW ORLEANS, LA.


Si ella puede leer lo que está en el exterior de esta caja,
entonces puede quedarse con lo que contiene.


Y como Dinah leyó cada palabra con claridad y rapidez, por supuesto obtuvo los hermosos patines que la caja contenía. Y ahora, sentarse acurrucada al sol sin hacer otra cosa, no es precisamente lo que más le gusta hacer
.

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